III Ronda Jotera de Cunchillos

El sábado 4 de Agosto se realizó la III Ronda Jotera de Cunchillos, uniendo al pueblo en torno a nuestro folclore. Este año la ronda y las jotas que en ella se cantaron y bailaron iban dedicadas a Tomás, vecino de El Buste, amigo de muchos vecinos y miembro de la Asociación Cultural «El Regañón», que falleció días antes a la misma.

La ronda partió desde el Tele-Club y finalizó en el Portillo, siguiendo un recorrido similar al de la segunda edición, contando con cuatro paradas en total. En cada parada pudimos disfrutar de jotas cantadas solistas o en grupo y de jotas de baile, además de degustar lo preparado por los vecinos en las adornadas mesas.

Esta maravillosa ronda finalizó a la 1:00 debido al inmejorable ambiente y a la numerosa afluencia de vecinos, que acogieron a los participantes de una manera muy calurosa. Entre los participantes masculinos podemos destacar a Alfredo Val, ganador del Premio Extraordinario de canto en el Certamen Oficial de Jota Aragonesa 2014, y Héctor Artal Lafuente, director del Grupo «La Fiera» de Zaragoza, quien junto con otros miembros del grupo quisieron acompañarnos en este día.

Después de recorrer diferentes calles del pueblo la ronda finalizó cantando la Jota de la Comarca de Tarazona y El Moncayo, escrita por nuestro amigo Tomás, en su homenaje y recordando las cucharas que con tanto arte tocaba. Posteriormente, no faltó el broche de oro para que participaran todos los asistentes: el pasodoble Sierra de Luna.

Desde la Asociación de Vecinos “Virgen del Pilar” y BlogCunchillos queremos dar las gracias a todos los vecinos del barrio y sobre todo a los participantes de la misma, la Asociación Cultural “El Regañón” y los miembros del Grupo «La fiera», que hicieron que esta ronda fuera un rotundo éxito.

A continuación les dejamos algunas fotos de la misma:

Comida Veraniega 2018

El sábado 14 de Julio, las cunchilleras y cunchilleros pudimos disfrutar de la tradicional comida veraniega en la parte posterior del Tele-Club organizada por la Comisión de Fiestas. La comida se compuso de: Ensalada campera, lomo a la riojana, postre y café, además de bebida y pan. En ella no faltó el típico bingo y el sorteo de un jamón.

 

Además, esta fiesta de verano se amenizó durante toda la jornada con un tobogán acuático de 50 metros provocando que los vecinos más valientes lo probaran y que atrajo a gente de Tarazona y del resto de pueblos de la comarca.

Semana Santa 2018

Este 2018, como todos los años, también se celebró la pasión y resurrección de Cristo en Cunchillos. Los actos religiosos de este año fueron: Bendición de Ramos y misa (Domingo de Ramos), Celebración de Penitencia (Martes Santo), Misa de la Cena del Señor y Vía crucis por las calles (Jueves Santo), Oficio de la Pasión del Señor (Viernes Santo), Vigilia Pascual (Sábado Santo) y Misa de Pascua de Resurrección (Domingo de Pascua). Además, el Viernes Santo hubo Vela ante el Santísimo por diferentes mujeres del pueblo.

Además, y como viene siendo tradición, la sección de tambores, timbales y bombos de la Cofradía de las Siete Palabras y del Santo Entierro de Tarazona nos acompañó en el acto más importante de la Semana Santa de nuestro Barrio, el Vía Crucis que se realiza cada Jueves Santo por las calles de Cunchillos.

 

Además, día de Santa Rosa (Lunes de Pascua), el día posterior al Domingo de Resurrección, los vecinos de Cunchillos salimos a merendar tortilla de chorizo en pan de molleta, como manda la tradición. Hasta hace unos años se iba a la ermita de Santa Rosa, situada en la plana del Rosel (entre Tarazona y Cunchillos) donde se realizaba una misa y posteriormente se merendaba. Sin embargo, actualmente se sale a los jardines del Tele-Club para merendar debido al estado ruinoso de la ermita.

Recordemos también que hasta que se dejó de celebrar la misa en la ermita también venían a merendar y celebrar Santa Rosa vecinos de Tarazona. Antiguamente, los cunchilleros y cunchilleras denominaban “Cardinchines”, únicamente en este día, a los turiasonenses.

Cena San José 2018

El sábado 17 del pasado mes de Marzo de este 2018, los hombres del barrio nos reunimos en el Tele-Club a celebrar el día del padre. Esta cena de San José consistió en unos centros (Tablas ibéricas y Ensalada de salmón marinado, manzana y roqueford), un plato a elegir entre carrillera en salsa de boletus con patatas o salmón en salsa de moluscos con patatas, y de postre tarta, además del café. Después de la cena no faltó la sobremesa tratando temas de todo tipo y acompañada de diferentes bebidas.

Cena San José 2018

Relato Corto presentado a «Cunchillos en Breve» II (18)

VISIGODOS EN CUNCHILLOS

Otro BMW aparcaba a la entrada Cunchillos y varias autoridades de la cultura de Zaragoza, se bajaron del coche para ver el renombrado yacimiento datado en la época visigoda. No hacía mucho, pocos hablaban de Cunchillos o no conocían su existencia, pero ahora era actualidad y el epicentro. Los medios de comunicación se hacían eco de la noticia del nuevo descubrimiento del siglo XXI, así como de las posibles respuestas a las preguntas ya formuladas, por los historiadores o arqueólogos. De la noche a la mañana, aquello parecía la gran vía de Madrid en hora punta y los vecinos no daban crédito al revuelo que se había montado. Hasta los parientes más lejanos habían decidido visitar a sus familiares, siendo estos últimos los que tenían que adecentar las habitaciones vacías de sus casas o pedir la inestimable ayuda a sus vecinos, para dejarles pernotar durante un par de días. Las labores en los campos de alrededor del asentamiento, estaban paralizadas y los dueños se quejaban de no poder avanzar para arar sus campos ni plantar la cosecha. Un equipo de conocidos arqueólogos se estableció en la casa más cercana, pagando un asequible alquiler por ella. Y todo aquel alboroto había logrado llenar las calles y casas vacías, así como los locales vacíos con comercios de ropa, de comestibles o de tatuaje. Además, se habla de crear un museo e incluso de incluirlo como patrimonio de la Unesco.

Los experimentados arqueólogos trabajaban en busca de más indicios, encontrando huesos de animales, utensilios de la agricultura y la ganadería, y un sinfín de adornos de orfebrería. Aun así, se preguntaban por la repentina desaparición de estos, los cuales pasaron sin dejar constancia en la historia de Cunchillos. Todos estaban de acuerdo que algo sucedió, pero ¿de qué se trataba? Esa preguntaba era la clave y para lograr respuestas, primero acondicionaron toda la zona y pusieron mucha seguridad, logrando protegerla de los saqueadores o de cualquier persona con ganas de expoliar. Luego, utilizaron la tecnología más avanzada, la LiDar donde un láser penetraba subterráneamente en busca de más asentamientos y les aparecía en la pantalla, en forma de 3D indicando cualquier tipo de construcción, de esa manera jugaban con ventaja a la hora de excavar. Encontraron muchos más asentamientos en varias tierras de cultivo, dejando a los demás agricultores explotar sus parcelas para cosechar y llegando a un acuerdo, con los propietarios donde se encontraban dichos asentamientos.

Todo parecía fluir en armonía hasta la llegada de un nuevo dato, en el cual una especie de bacteria fue hallada en un cuenco roto. Los científicos la analizaron con sumo cuidado, porque todavía se apreciaban microorganismos vivos que habían sobrevivido, gracias a la temperatura de la tierra y a los nutrientes de está. Al parecer, esa bacteria pudo ser la causante de la súbita volatilización y muchos historiadores apuntaban que pudo ser una epidemia que devasto a aquella civilización. En cambio, otros hacían hincapié en una avanzadilla nómada y por ese motivo, no habían dejado ningún testimonio. Llegados a ese punto y todavía, sin excavar ni una porción de los yacimientos en una cosa estaban completamente de acuerdo, que les llevaría bastante tiempo, posiblemente décadas para esclarecerlo.

Lo que todos ignoraban es que, en el cementerio de Cunchillos una tumba desconocida y bien camuflada, guardaba los misteriosos pergaminos del paso de los visigodos por aquel lugar. El inexorable paso del tiempo, las constantes guerras y los continuados cambios de señores feudales, habían hecho olvidar tan gran tesoro, cayendo en el olvido.

Agurtzane Iturri Mendieta

Relato Corto presentado a «Cunchillos en Breve» II (17)

UN TROCITO DE PATRIA

“Tranquilo Miguel” escuche susurrar, levemente, a Ramón “el molinero”. Apenas había pasado allí un día, pero esta soledad, a oscuras, se me antojaba una eternidad. Y no es para menos; parecía que la carrera de anteanoche había sucedido mucho tiempo atrás….¡pero no!

Por suerte mi casa, en Tarazona, da a dos calles. Eso me salvó, porque cuando me asomé por la rendija de la ventana, al escuchar el alboroto y ver a aquellos salvajes de camisas azules sacar a los vecinos a empujones, tirándoles del pelo, gritando por España – como si España sólo fuera de ellos -, patearlos en el suelo como a animales, salí por la puerta que da a los corrales y corrí por la calle Cañuelos, saltando huertos y bancales hasta la carretera de Cunchillos.

Jadeando, medio asfixiado, escondido tras una pared de piedra medio derruida, pude ver como un grupo de paisanos caminaba, rodeados de paisanos también: los primeros, con las manos entrelazadas sobre la cabeza; los segundos altivos con sus armas entre las manos. Allí, junto al río, se separaron: los primeros de pie, junto a la tapia; los segundos frente a ellos, con sus armas apoyadas en el hombro.

Sonó un gran estruendo y con él un grito sordo surgió en mi cabeza a la vez que arranqué a correr.

Sin rumbo iba, pero no era momento de pararme a pensar; sólo quería llegar lejos, lo más lejos posible, porque, de pillarme, sabía que también yo acabaría empujado, maltratado y fusilado por aquellos salvadores de la patria.

Así, con las alpargatas que enseñaban el dedo gordo por la punta, los calzones remendados por el culo y una camisa – la que llevaba puesta al escuchar el griterío en la calle, con más de un zurcido y casi sin botones -, busqué refugio donde sabía tenía un amigo, no sin antes rodear la casa asegurándome de que no hubiera peligro. ¿Quién me decía que esos malnacidos no habían llegado antes que yo y estaban apaleándolo a él? Parecía que tuvieran un mandato divino y no cejaban en el empeño de acabar con todos los que, según ellos, no éramos de ley.

Fue el sueño lo que me permitió pasar aquellas angustiosas horas hasta que, por fin, acompañando a la voz de Ramón, aún lejana, llegó un hilo de luz entre los sacos. Allí me escondió cuando llegué, en un agujero a ras de suelo, cubierto con unas tablas y sacos de grano encima para disimular el olor por si traían perros en busca de indefensos labriegos como yo.

El carro, colocado de culo, estaba a la entrada del granero aún vacío.

– Túmbate ahí – dijo Ramón, señalándome la caja del carro, a la vez que me empujaba por el hombro.

Una vez estirado en aquel cajón – que más parecía un ataúd -, colocó un segundo fondo a lo largo de unas disimuladas guías que pasaba a dos dedos de mí nariz, dejándome otra vez a oscuras, más aún al colmar el carro con la harina que allí tenía.

Sería medio día de aquella calurosa jornada de finales de Julio cuando las mulas, mansos animales, tiraron del carro al azuzarlas con las riendas camino de Malón.

Ramón silbaba a la vez que hablaba con las mulas; yo acomodaba la cabeza sobre la gorra doblada, para evitar que el traqueteo del carro hiciera lo mismo con mi cabeza sobre el fondo de madera.

– ¡Ey! ¿Qué llevas ahí molinero? – escuché por entre las rendijas de los tablones, cuando salíamos de Cunchillos, a la altura del cruce del camino de La Herradura.

– ¿Pues qué voy a llevar? ¡Harina! – contestó, a la vez que un par de aquellos mal encarados se subían al carro.

– ¡No tan deprisa! ¡Para! – gritaron, afanándose en echar sacos al camino, hasta dejar el carro casi vacío.

– Está bien, puedes seguir – dijo uno de ellos, a la vez que saltaban a tierra.

– ¿Puedo seguir? Y esto….¿Quién lo va a cargar?

– Tú….si quieres; si no, déjalo ahí que alguien lo recogerá.

– ¡Me cago en…..! – protestó Ramón y con razón.

Media hora tardó en volver a cargar y yo…..allí, escondido, sin poder ayudarle.

Pasamos Malón y llegamos a Barillas, donde el primer tramo de la huida terminaba dentro del granero de Pascual; otro hombre de confianza. Allí, después de vaciar por segunda vez el carro, deslizaron el tablón de cierre y pude respirar aire fresco. De estar allí cerrado, con el calor, la ropa parecía recién lavada….por lo húmeda que estaba, no por la fragancia, que más bien no era fragancia, sino hedor.

Aquella noche, después de cenar, Pascual me hizo compañía hasta la hora de partir. Aún quedaba por delante un pequeño paseo a oscuras, hasta la carretera de Ribaforada, en las afueras de Ablitas. Allí, cuando la noche era cerrada y sólo se escuchaba el sonido del viento entre las ramas de los árboles unas luces aparecieron vibrando a lo lejos, aunque cada vez más cerca hasta que, junto al árbol detrás del que estábamos escondidos, paró el camión que las portaba. El chofer asomó la cabeza por la ventanilla y silbó.

– Son amigos – dijo Pascual, tirándome del brazo para que saliera del escondrijo.

– Sube atrás – dijo el chofer, después de habernos presentados. Levanté por un lado la lona de la caja del camión para subir y – que sorpresa la mía – una docena más de hombres, huidos con cara de asustados, como yo, ocupaban los alargados asientos de madera que allí había.

Todos cargábamos la misma ignorancia y los mismos temores ¿Y si nos descubren? ¿Y si nos entregan? ¿A dónde nos llevan? ¿Cuándo llegaremos? Sólo sabíamos que, por la velocidad que llevaba el camión, por los golpes de los amortiguadores al coger los profundos hoyos del camino, por las curvas que nos sacudían de un lado a otro, circulábamos por medio de la sierra, rumbo a los Pirineos y de ahí a Francia, según nos habían dicho.

A oscuras bajo aquella lona, con el sonido del motor por compañía, todos teníamos la esperanza de poder apearnos en algún lugar donde no fuéramos perseguidos – no sabíamos bien porqué – por otros que se consideraban con más derecho que nosotros a sentirse españoles. En ese momento, sin embargo, este camión, cargado de atemorizados hombres, era un trocito de patria, aunque el destino fuera el exilio.

Miguel Ángel Clavijo Espino

Relato Corto presentado a «Cunchillos en Breve» II (16)

TORRE SAMANES, REFUGIO DE DOS AMORES

En aquel silente atardecer un viajero paseaba por las inmediaciones de “La Ermita”, paraje perteneciente a Cunchillos. Observó que, bajo unas piedras sobresalía un objeto metálico, un bote que contenía un deteriorado pergamino que tenía impresa la siguiente misiva:

“Naturales y foráneos de Cunchillos, es justo que sepáis por qué no quedó piedra sobre piedra en el castillo de este estratégico lugar, vuestro noble pueblo.

Mirad, en esa fortaleza, vivía un invasor tirano machista que además de su egoísmo caciquil, era un padre terrible. Tenía encerrada en una de las dependencias a una hija por descubrir que era lesbiana. La joven se había enamorado de otra que vivía en Torre Samanes. Las chicas se conocieron un día que se encontraron en un paseo por la zona y quedaron prendadas sentimentalmente. Desde entonces se veían ocultamente pero, una jornada un bufón de ese déspota delató sus amores y ni la Virgen del Pilar pudo evitar que el machista padre la encarcelara en la que era su aposento.

Infeliz muchacha, de aquella boca no pudieron salir las palomas de palabras de amor pues, cautiva quedó bajo la custodia de fieros guardias en una lóbrega torre de esa fortaleza. La joven se comunicaba con su amada con una zurita mensajera pero un cruel ballestero un día la abatió.

Con la complicidad de las nubes, que taparon la delatora cara de la Luna, una noche, la joven, que había confeccionado una luenga y resistente liana con sábanas, escapó ayudada de su doncella que prefería que corriera el riesgo de precipitarse al vacío antes que verla morir por la ausencia de su amor. Por aquella casi aspillera de ventana descendió por la cuerda textil. Bajo el amparo de las sombras de la noche marchó; no lejos con un par de monturas le esperaba la otra chica que la amaba, la señora de Samanes. Al descubrir el padre que su hija huyó a los brazos de su amor mandó ahogar, por cómplice, a la criada con un cordel de aquella sábana. Antes de morir la sirvienta mirando a los ojos de su verdugo dijo:

– “Me quitáis la vida, pero muero feliz al ver que dos corazones lo son en el amor”

Hasta en el mismo cielo quisieron castigar tanta tiranía y, San Miguel con una legión de ángeles descendió para que aquel castillo nunca más fuera cárcel de ningún corazón. En combate sin igual al monstruo humano aquel eliminó, para que nunca fuera obstáculo en la felicidad de su hija. No quedó piedra sobre piedra de aquel castillo de tiranía.

Desde Torre Samanes al ver que una gran humareda hacia desaparecer la pétrea edificación, las dos jóvenes enamoradas gritaron besándose:

– “Cariño, ya nadie amordaza nuestras bocas, ya no hay Torquemada de amor. Dejamos de ocultar lo que nadie debe privar, el amarse. Esta torre, donde vamos a casarnos será La Ermita donde viviremos, cual santeras, las dos muy felices.

El castillo de Cunchillos no desapareció por ataques de conquistadores, fue porque el mismo defensor de la Iglesia vino a esta tierra para decirle a un padre que ser señor de horca y cuchillo nunca supone privar de la libertad de amar.

Si los amantes de Teruel son famosos, pocos saben que las amantes de Cunchillos vivieron hasta su muerte la dicha de ser pioneras en romper las fortalezas tiránicas de la discriminación de la mujer y hasta el mismo San Miguel fue, de tal alianza sentimental testigo. Casaron un 29 de Septiembre en La Ermita y en el lugar del castillo del tirano hubo una reunión de nobles gentes que en esa asamblea decidieron que nunca levantarían allí fortaleza, pues el mejor baluarte está en el respeto de las libertades. Allí se establecieron por eso, en recuerdo de aquel concilium, toma nombre de Cunchillos.”

Aquel emocionado viajero iba a guardar en su mochila aquella misiva pero… el viento se lo arrancó de las manos diciendo:

-“Perdón, esto no es de propiedad particular, es como una carta puebla que debe estar en mi custodia. Cada vez que tú u otros me sientan iracundo es que estoy rompiendo las barreras que aún quedan en algunos lugares discriminando los sentimientos del amor “

El viajero era ni más ni menos que, Labordeta, aquel aragonés que siguió haciendo la serie “Un País en la Mochila”. Luchador desde la tribuna de oradores por la defensa de los valores mientras su mejor aliado eran los aires que hacen ondear la bandera de la libertad.

FIN

Como el mejor

Relatos Cortos presentados a «Cunchillos en Breve II» (15)

SOLITARIO

Comprobó su revólver. Con paso firme entró en el salón. Una rápida mirada le bastó para observar que a la izquierda estaba la barra, a la derecha había una mesa con cuatro jugadores, otra con dos personas estaban apurando un botella de güisqui, al fondo, refirmado en las escaleras que subían al piso superior, un hombre bien vestido, por lo cual dedujo que sería el dueño del local.

Se situó al fondo de la barra y pidió un güisqui, era el mejor lugar para afrontar la tensa espera.

Entonces una ráfaga de viento apagó la vela; la estancia quedó iluminada por el fuego del hogar. Se levantó y cerró la ventana, el cierzo soplaba con fuerza. Ya continuaré leyendo, pensó. Había anochecido.

Llevaba unos días que no se encontraba bien. Acercó una sartén al fuego, vertió aceite y se dispuso a hacerse unos huevos fritos con tocino. Era su cena preferida, no le importaban los consejos del doctor, a fin de cuentas tenia setenta y ocho años. Estaba en una edad en la cual conocía a más gente muerta que viva.

Mientras cenaba comenzó a recordar cuando los domingos bajaba a Cunchillos a misa, los partidos de pelota en el juego, las partidas de guiñote en la taberna y las fiestas, de esto ya hacía muchos años .Ahora bajaba a por el pan y a comprar algunos artículos a la tienda. Se sentía uno más de Cunchillos aunque vivía en una “torre”, qué es como se denomina en esta zona a una casa en el campo.

Vivía solo, y más de una vez había pensado en comprarse una casa e irse a vivir a Cunchillos, pero, como decía su padre, ellos eran como el caracol: “que donde nace, pace”.

Terminó de cenar y se sentó al lado del hogar. Se tomó su café “de puchero”. Se sentía algo incómodo y decidió no irse tan pronto a la cama, cogió la novela y se dispuso a seguir leyendo.

Observó como entraban dos vaqueros y se colocaban en la parte opuesta a él. Seguidamente entraron otros dos y se situaron en la barra. Aquello le pareció sospechoso, acarició con su mano el revólver y vio como entraba otro por la puerta del salón.

Notó un pinchazo en el corazón como si una bala le hubiera dado de lleno, un intenso ardor le oprimió el pecho. La vista se le nublo y la novela cayo de sus manos.

Pedro Antonio Sánchez Marco

 

UN RECORRIDO POR CUNCHILLOS

Hoy es un bello día para recorrer, con calma, las hermosas calles de la pequeña y alegre localidad de Cunchillos, y también logro apreciar, con mis propios ojos claros, sus casas de ladrillo y de tejados de barro cocido, que me hacen recordar al agradable y pacifico pueblito donde yo nací y pase la mayor parte de mi infancia con mi familia y con la mayoría de mis amigos, pero este también tiene su magnificencia, ya que me transporta a otra época por su arquitectura medieval, y no olvidar la Iglesia de San Miguel Arcángel, que es parecida a cualquier otra que yo había visto en mis excursiones anteriores, pero es una de las que sobrevive gracias a la fuerza de su gente que no se rinden ante nada. Quisiera no irme nunca de este maravilloso lugar.

Sebastián Villa Medina

Relato Corto presentado a «Cunchillos en Breve» II (14)

PALABRAS DE AMOR

– Ya padre. Llegamos. Tenemos que bajar.

El hombre pareció no haber escuchado. Giró por un instante su rostro como para que ella sintiera que sí lo había hecho y luego continuó contemplando el paisaje que la ventanilla del tren le permitía observar. Tras unos minutos, se puso de pie y caminó siguiendo a la joven a través del pasillo.

Un par de hombres de poco sentadores ternos salieron a su encuentro en cuanto descendieron en la vacía estación.

– Ayudándole a sentir, don Pedro – dijo al momento de saludar, casi con reverencia, el mayor y más robusto de ellos. Lo mismo hizo el otro sin dejar de luchar en ningún instante, por sostener lo formal de su tenida.

Caminaron en silencio por el costado del deshabitado recinto hasta llegar junto un antiguo automóvil estacionado en el lugar. Don Pedro, pareció examinarlo con la vista antes de subir. Tras la breve inspección una sonrisa silenciosa se le dibujó levemente en el rostro.

– Y este, ¿no falla?… – consultó instantes después, cuando el vehículo se internaba por aquellos caminos de tierra que los iban alejando del pueblo.

– Es que es americano antiguo, pues don Pedro, estos ´tan hechos pa´estos caminos – comentó el robusto conductor, como agradecido de que el visitante hubiese roto su silencio.

Don Pedro parecía querer absorber con la vista aquellos paisajes que había atesorado en tantos años de ausencia.

– ¿Mucha gente? – preguntó tras un rato.

– Muchísima – dijo el hombre – anoche casi no dábamos abasto para atender. Es que todo el mundo tenía que hacer con el patrón.

Luego de algunos minutos de viaje, el automóvil se detuvo en un costado del cementerio. En la entrada del recinto un basto grupo de personas acogieron a los recién llegados con manifiesta y verdadera emoción. Al cabo de algunos minutos el largo séquito que se formó tras la angarilla con el ataúd, enfiló hacia la pequeña colina en cuyo costado se ubicaba el sobrio mausoleo familiar.

Tras la ceremonia fúnebre, la joven le pidió a su padre que la acompañara para recorrer el pequeño camposanto. Caminaron lentamente a través de la calle central enmarcada en dos corridas de añosos cipreses. Para la joven el lugar poseía el singular encanto del orden, el espacio y la limpieza de un cementerio pueblerino. La lectura de los nombres, las imágenes religiosas y la simple e ingenua emotividad de los mensajes póstumos, la mantuvieron ocupada durante los minutos siguiente. Finalmente se detuvo en una modesta tumba que a ras de suelo llamaba la atención por la enorme cantidad de cartas y mensajes que cubrían casi por completo la pequeña reja que marcaba su contorno.

– ¿Quién es? – preguntó la joven, intrigada.

El hombre pareció sorprenderle el inusitado interés que en su hija había despertado aquella tumba tan particular.

– Ah, esa es la tumba de Lino, el antiguo cartero de Cunchillos. Esas son cartas que la gente le viene a dejar.

– ¿Cómo?, eso parece ser una burla. ¿Cómo a un cartero la gente le cubre su tumba con cartas?

– Son cartas de amor, Luisa. La gente confía o cree que trayéndolas hasta aquí logrará que Lino opere el milagro de conseguir el amor de quien ellos desean.

La joven se acercó y comenzó a leer.

– No entiendo nada.

El hombre la cogió del brazo y caminaron juntos alrededor del lugar.

– Hija, Lino, hace muchos años atrás dicen que era uno de los pocos de Cunchillos que sabía leer y escribir. Cuentan que siendo un hombre hosco y sombrío, se refugió en la lectura primero y luego en la escritura. Tras los años sus escasas habilidades para acercarse y mantener una relación normal con las personas, debido principalmente a su poco agraciado aspecto físico, lo fueron convirtiendo en un verdadero ermitaño.

La joven se quedó observando por un instante la pequeña tumba, quizás buscando alguna clave que le permitiera saber algo más sobre aquel personaje que pareció intuir como particular, intrigante, distinto.

– Entonces, poco a poco todo el pueblo comenzó a encargarle que escribiera sus cartas. Lino tenía la singular capacidad de expresar por escrito lo que la gente quería decir. Especialmente aquello que las personas decían sentir. Es así como, y casi sin proponérselo, el hombre se convirtió en el intermediario de los amantes del pueblo. Sus cartas plenas de imágenes románticas se hicieron famosas en toda la región. Si bien las personas sabían muy bien que era él y no el ser amado quien las escribía tenían muy claro que Lino era certero y preciso en representar los exactos sentimientos de quienes las remitían.

– Entonces fue el Cyrano de la localidad. Un cupido ilustrado que unió a todos los enamorados…

– Creo que sí, una gran cantidad de personas supieron del amor gracias a sus servicios de escribiente. Creo que muchos amores se fraguaron a la luz de sus cartas, que de una u otra forma demostraron el fondo del alma de quienes estaban enamorados.

– Un ser maravilloso, ¿no encuentras tú? – dijo la joven con emoción sin poder levantar la mirada del conjunto de objetos, flores y cartas que cubrían casi todo el breve espacio de la tumba.

– Esa debería ser la verdadera función de los poetas. Sin embargo, creo que él nunca se dio cuenta que su talento significó la felicidad de muchos de sus coterráneos.

La joven exhaló un largo suspiro y volvió junto a su padre para cogerlo nuevamente del brazo.

– ¿No quieres saber lo que pasó finalmente con Lino?

La joven le fijó la mirada con manifiesta interrogante.

– Lino, se suicidó…

– ¡No!, no lo puedo creer. Padre, júrame que no es verdad lo que dices…

– Por despecho, por desamor…

La joven pareció que alguien la hubiera tomado y estremecido con violencia. Sintió como que la suave brisa de la tarde traspasaba todo su cuerpo.

– Es cierto. Se mató cuando recibió la respuesta de una de sus cartas. Resulta que él estaba profundamente enamorado de Blanca María, una jovencita del pueblo que un día cualquiera, entró a servir en el convento de las Monjas en Zaragoza. Él viajaba semanalmente hasta el lugar para entregarle una carta plena de sentimientos y emociones que hablaban de un amor, sublime, intenso, profundo… Lo que él nunca supo fue que ella no era quien abría sus cartas. Era otra monja quien leía aquellas frases llenas de ternura y sinceridad. Era ella también quien contestaba. Aquel intercambio duró mucho tiempo. A veces, creo que aquella monja pudo haber disfrutado del encanto y la belleza que Lino era capaz de trasmitir. Dicen que eran cartas finas, delicadas, sensibles. Plenas de imágenes románticas y de auténticos sentimientos de amor.

– Entonces, ¿qué pudo haber pasado?

– Ocurrió que Lino, en su última carta le pidió a la joven que dejara definitivamente los hábitos y que se viniera a vivir con él.

Luisa se volvió hacia el vacío. Parecía no querer escuchar lo que su padre iba a decir.

– Entonces, la historia dice que las monjas se reunieron aquella noche y entre todas prepararon la respuesta.

La joven cruzó los brazos sobre su estómago y se dobló en dos. El padre la acogió entre sus brazos y lentamente se comenzaron a alejar del lugar. En la entrada del cementerio el grupo de familiares y demás concurrentes ya los estaban aguardando.

Armando Aravena Arellano